Enrique Vila-Matas -lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible
EL SUEÑO ETERNO
¨Oyeron ustedes hablar de los que ven
una película dos veces, pero la segunda no la entienden? Me hablaron de ellos
el otro día y sonreí y me acordé de aquel profesor de filosofía que, según
Unamuno, solía empezar su curso con esta pregunta a sus alumnos:
—¿Sabe alguien qué venimos a hacer
aquí?
Decía Unamuno que cada año, cuando
acababa el curso, profesor y estudiantes seguían preguntándose lo mismo.
Seguramente, repetían curso todos los
alumnos y, al finalizar el segundo año, ya no entendían ni la pregunta inicial.
Me recuerda los 12 años que pasé estudiando en Barcelona en los Maristas sin
llegar a entender nada. Aquel colegio era como el Instituto Benjamenta de la
novela de Robert Walser: “Aquí venimos a aprender, pero no aprendemos nada”.
De todo esto me acordé cuando, al
hablar de las películas a competición este año, Thierry Frémaux, delegado
general del Festival de Cannes, dijo que The Lobster, del gran Yorgos Lanthimos
—relato futurista en el que aquellos que no consiguen una pareja son
transformados en animales— era “uno de esos filmes en los que no todo se
entiende”.
Al día siguiente, Le Monde publicaba
una breve antología de películas que son famosas por no entenderse en ellas
todo. La encabezaba El sueño eterno, de Howard Hawks, filmada en 1946 y
considerada la pionera de esta tendencia a incluir lo incomprensible dentro de
un armónico y sensato conjunto. Quizás tuvo demasiados guionistas la adaptación
de la novela de Chandler, pero el caso es que cuando Lauren Bacall canta en un
tugurio, no está claro por qué. Y se sabe que cuando el productor le preguntó
al novelista quién podría haber matado al chófer de la familia Sternwood,
Chandler contestó: “Ni puta idea”.
Es una historia que recuerda a la que
me contó Juan Marsé de cuando Victor Erice trabajaba con tan extraordinaria
meticulosidad en el guión de El embrujo de Shanghai. Una tarde, Erice dejó la
plaza Rovira de Barcelona, donde se pasaba horas tomando notas, y le preguntó a
Marsé a qué se dedicaba el abuelo de un personaje secundario de la novela.
Pasado el primer momento de estupor, la respuesta del escritor se pareció a la
de Chandler.
“No comprender es una operación en la
que conviene invertir mucho tiempo”, escribió Juan Tallón en la revista Vozed,
en febrero de 2013. Yo invertí muchos años en la primera frase de un libro de
Pavese: “Le llamaban Pedro porque tocaba la guitarra”. Como no había forma de
entender qué significaba, publiqué un artículo en febrero de 2001 pidiendo que
alguien me la explicara. Y un día, no sé dónde, el gran José María Riera de
Leyva se tomó la molestia de explicármela. Me pasó unos datos muy precisos que
lo justificaban todo, pero los he olvidado. Es decir, sigo igual que antes.
Pero a veces pienso que es mejor así. Después de todo, siempre me funcionó una
manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no
entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo.
Nunca olvidaré lo mucho que me atrajo
en la primavera de 1963 el filme El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais,
con guion de Robbe-Grillet. Me fascinó porque no lo entendí y cada tarde, al
salir del colegio, acudía al Savoy del Paseo de Gracia a correr el riesgo de
que en cualquier desgraciado momento pudiera llegar a entenderla. Veinte veces
la vi y veinte veces no la entendí. Sólo llegué a saber que se contaba en ese
filme la historia de un hombre que en un extraño y decadente hotel trataba de
convencer a una mujer de que ella y él, el verano anterior, habían tenido una
relación. ¿Se trataba de un encuentro imaginario? El guionista Robbe- Grillet y
el realizador Resnais discrepaban en este punto y también en todos los demás
referidos a la película. Y los pobres o felices espectadores parecían quedar
atrapados entre ambos, entre Robbe y Resnais, cabreados unos por el inmenso
tedio, y alegres los otros por el entusiasmo que producía una obra de arte que,
por decirlo con palabras de Le Monde “condenaba al público a no entender nada”.
Pero, ¿de verdad no entender es una
condena? Más bien diría lo contrario, no entender es la puerta que se abre. El
filme de Resnais deja entrever cómo será el sueño eterno que a todos nos espera
después de la vida. ¿Sabe alguien como será exactamente? Nadie. Sólo podemos
entreverlo pero de todos modos, aun suponiendo que llegáramos a percibirlo del
todo, no lo entenderíamos.
Puede que la fascinación por fragmentos
ininteligibles de películas provenga de nuestra sospecha de que esas secuencias
dicen la verdad sobre lo que será nuestro sueño eterno. En el campo de los
libros, lo mismo. Pienso en Sordello, un poema del victoriano Browning, que
todavía hoy se resiste, no ya a su interpretación, sino a su comprensión más
elemental. Reconstruye la vida de un trovador del siglo XIII. Pero no se
entiende nada. Cuando fue publicado en marzo de 1840, causó furor porque todo
el mundo quería leerlo para comprobar que el poema no tenía ni pies ni cabeza.
Cuenta César Aira en su ensayo Lo incomprensible que aquello que Browning decía
en Sordello quiso leerlo un hombre enfermo, amante de interpretar textos. Su
mujer terminó por comprar el libro y le leerle el poema: “Sus últimas palabras
(pues irónicamente murió casi inmediatamente después de haberlo escuchado)
fueron: ¡No entendí nada, pero nada! Hoy se especula si su muerte fue a causa
de la desesperación o precisamente lo inverso, si en realidad murió de
esperanza. Tal vez lo que realmente quiso decir haya sido: ¡Por fin no entendí
algo!”.
En la breve antología de Le Monde sobre
el cine incomprensible, no faltan 2001: Una odisea del espacio (Kubrick), por
sus tres minutos de pantalla en negro en la apertura (que han generado tantas
leyendas), y algunos de los filmes de David Lynch, como el desazonante Lost
Highway (Carretera perdida). Se podrían añadir ciertas películas de espías,
como el reciente El topo, de Tomas Alfredson, basado en Le Carré y totalmente
atestado de laberintos interiores imposibles de desentrañar. Nada grave. No
olvidemos que Einstein decía que, después de todo, lo más incomprensible del
mundo es que sea comprensible".
Fuente: El País
Enrique Vila-Matas es escritor.
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