W.G. Sebald, la batalla de la memoria


Austerlitz, el último gran libro del más original narrador de nuestro tiempo, es la historia de un hombre al que, de niño, roban patria, idioma y nombre, y no puede sentirse ya en casa en este mundo. En la oscura nave de la estación de Amberes había un hombre joven, rubio, con pesadas botas de excursionista y una vieja mochila, ocupado en tomar notas y hacer dibujos en un cuaderno. El narrador lo observa fascinado, y comienza una relación que transcurre durante decenios y cautiva cada vez más a quien la narra.
Jacques Austerlitz se llama el enigmático extranjero y, aunque vive en Londres desde hace muchos años, no es inglés. En los años cuarenta, siendo un niño judío refugiado, llegó a Gales y se crió en casa del párroco y su mujer, personas mayores y tristes. El chico crece solitario y cuando, después de muchos años, conoce su verdadero origen y su nombre, sabe también por qué se siente extranjero entre los hombres. W. G. Sebald recoge en este libro la historia de un ser trastornado, de¬sarraigado, que no puede encontrar su hogar en la tierra.

«Sebald es el Joyce del siglo XXI. Su narración de la odisea de un hombre a través de los años oscuros de la historia europea –la síntesis de un canon de pensamiento y literatura occidental– es una de las obras más conmovedoras y verdaderas del mundo desde la posguerra» (The Times).

"Sebald fue un logrado agonista que, sin caer en los lloriqueos de Sábato o en los exabruptos de Saramago, denunciaba con elegancia el apocalipsis en cámara lenta en el que nos encontramos todos metidos a la vez que confesaba su "incapacidad para escribir desde una posición moral". Así, ominoso pero divertido, se benefició de lo mejor de ambos mundos: el compromiso descomprometido del pesimista bon-vivant".

"Sebald, devoto fotógrafo y apasionado de los archivos, supuestamente "descubrió" una nueva forma de "ficción-no-ficción". Un método donde se funde lo autobiográfico con lo biográfico con imágenes —fotos, mapas, dibujos— y se puede competir y ganar con un estilo de libre asociación de ideas generando un aparentemente estricto aparato documental pero que —atención— estaba lleno de "erratas" adrede para el placer narcisista de connoisseurs y happy few con la educación necesaria para detectarlas".

"Su Gran Tema era la batalla de la memoria ("la memoria es la espina dorsal de toda literatura respetable") contra el olvido, y su compulsión —perfecta para un perfecto lector progre— era la de sacar a relucir los recuerdos, lo olvidado a propósito, lo desaparecido, dragar esos "océanos de silencio". Para Sebald, la culpa está para sentirla y no para negarla (lo que explica ciertas reticencias de sus paisanos a la hora de certificar su grandeza), sin que esto evitara su profundo desprecio por "la industria del Holocausto à la Spielberg & Co." y por "todo tipo de confesionalismo".

(Fuentes: Anagrama y Rodrigo Fresan)

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