ELOGIO AL LIBRO- 1
El libro es un objeto atractivo y bello, yo diría un objeto tan perfecto como la rueda o la cerámica. Me acuerdo a mis 12 años en Donosti una de las mayores alegrías que mi madre me daba era cuando me llevaba a comprarme un libro y me gustaba aquella colección de aventuras del oeste (no me acuerdo el nombre). También un libro me abrió el camino hacía el viaje interior a India (y eso es otra historia).
A continuación un texto del libro que estoy leyendo “Filobiblón”, de Jesús García Sánchez:
“Precisa Corominas que el liber es, la parte interior de la corteza de las plantas que los romanos emplearon a modo de papel. De unas fibras, y de restos de tejidos y trapos, se llega a obtener el papel, esa materia tierna y suave que tanto nos agradaba tocar y manosear, ya sea blanca o ahuesada, lisa o granulada, áspera o pulida, pero siempre delicada y tenue. Sobre su fondo en blanco se posan imágenes articuladas, llenas de dinamismo, pero inmóviles, silenciosas, que parece que nos miran y se interesan por lo que allí buscamos. Así se muestran orgullosos los distintos tipos y caracteres tipográficos, sabios y mudos, altivos, ufanos y soberbios. Porque cada carácter gráfico, como los caligráficos, tienen su propia anatomía, sus elementos constitutivos diferentes, sus astas y remates, su perfil y su contorno, que transforman el papel gracias a la proporción y la disposición, con orden y armonía, en páginas atractivas a una simple mirada. Ya dispuestas son llevadas a ese mecanismo maravilloso que las arrulla, las acoge, las comprime y las une con extraordinario afecto de forma. De ahí sale una confección inigualable, una perfección tecnológica que a veces pasa desapercibida por culpa de la costumbre. Ahí están las páginas, una vez y otra, para que se puedan hojear de atrás adelante, y al revés, sin que vayan a descolocarse, perfectamente ordenadas y siempre preparadas para nuevos usos y disfrutes”.
Termino con un poema de Borges: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / De Dios, que con magnífica ironía / Me dio a la vez los libros y la noche”.
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