Erri de Luca, la solidez de la materia grávida
Uno de los escritores que más conecto y disfruto en los últimos tiempos es el italiano Erri De Luca. Su escritura tiene la solidez de la materia grávida, es profunda y llena de poesía. He leído este último mes 5 de sus libros y son 5 tesoros: En el nombre de la madre (Siruela), un intenso monólogo que recrea los meses de gestación de la Virgen María. Para De Luca, el libro subraya sobre todo el amor de José, un hombre del Sur casado con una mujer oficialmente adúltera; El peso de la mariposa (Siruela) trata desde la ficción la relación entre el hombre y la naturaleza —versión cazador y caza— una pequeña joya de libro, Tras la huella de Nives. En el Himalaya con una alpinista (Siruela) recoge las conversaciones (de altura) entre Erri De Luca y Nives Meroi, una experta en ochomiles. "Ser capaz de transportar correctamente la carta asignada, mantener el peso ahorrando energía: eso es el estilo", dice el escritor. La relación niño ingenuo-adulto sabio (y descacharrado), en El día antes de la felicidad (Siruela) y Montedidio (Akal), titulado con el nombre de su barrio de Nápoles, una ciudad monárquica los domingos y anárquica el resto de la semana.
A continuación un texto de Montedidio: “Sube
también María, nos sentamos bajo las cuerdas vacías, estoy sudado, y el
bumerán, caliente por todo el aire que ha cortado. María me toca, no dice nada,
me toca, primero a lo largo del cuerpo y luego en los pantalones. Yo no sé
hacer ningún movimiento, sólo puedo mirar, ella me coge en un punto y yo lucho
por mantener los ojos abiertos. Mi impulso es cerrarlos, ponerme a respirar con
fuerza, pero me aguanto y no los cierro, los mantengo quietos para devolverle
al menos la mirada, dado que no sé hacer nada. Está oscuro, miro su rostro
serio, ella mueve la mano en mi punto, yo no entiendo lo que pasa allí, ella no
me mira, yo no me muevo de su cara, no busco dónde me toca, está en una parte
mía, no es la pilila que toca don Libaría. Está en el mismo sitio, pero es otra
la carne que sale de mí con sus movimientos, una carne que sigue la tersura de
sus dedos. María deja luego de mirar su mano, me mira a mí, que la estoy
mirando, poco a poco va esbozando una sonrisa y, cuando se la veo, noto un golpe
abajo, en el intestino, una tos dentro de la carne, un tiro de bumerán que se
ha escapado de la mano y me vacía”.
(la foto de los libros en la mesa de mi oficina)
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