Chejov- la verdad de lo conciso



 Esplendido Chejov, quizás el mejor cuentista que he leído, pura literatura, a veces difícil de asimilar, díscola, inteligente, con la cual a veces no sabemos que hacer (es decir lo opuesto a lo banal o al entretenimiento tonto del best seller). Para disfrutar el arte de Chejov aconsejo el libro que estoy leyendo: “Chejov comentado” (edición de Sergi Bellver).
Dos comentarios de dos colegas sobre este libro:  
“En su día, Chéjov fue acusado por algunos críticos rusos de no escribir historias, sino meras escenas de corta duración —happenings, si se quiere—, discontinuas y pesimistas, y de algún modo ininteligibles para el lector que buscaba un relato pastoso y «verdadero». El impedimento para el lector de turno se hallaba en lo que podría llamarse, parafraseando a Andrew R. Durkin, «el fracaso de Chéjov», el hundimiento del barco al no cumplir con las convenciones de lo que en su día era considerado artísticamente aceptable. Sucede en mucha de su narrativa y, por supuesto, en «El hombre enfundado», aquel minimalismo chejoviano que plantea nuevos códigos de lectura y que, al hacerlo, liquida también al lector decimonónico del romanticismo; de ahí partirá Hemingway, llegará hasta Bukowski, Aira, Carver, e incluso más allá de ellos, pues lo que persiste de Antón Chéjov son sus peculiaridades, su «escritura enfundada» —hoy en día, los cuentos del ruso serían aquellos que son difíciles de publicar de inmediato, frente a los que los lectores suelen rascarse la cabeza—.” (Salvador Luis)
“Frente a las construcciones olímpicas de otros compatriotas suyos, narradores torrenciales con pretensiones de batir plusmarcas, Chéjov parece dominado por un sentido mediterráneo de la medida, del límite, del respeto: un pequeño fragmento de mar y un ciprés. El sí sabe dónde parar. El tiempo del relato es un tiempo conciso, cronometrado, denso. Tiene la duración del que intuye que tal vez la verdad no esté en las grandes formulaciones filosóficas, sino dentro de un costurero. El cuento es una vela que se apaga o dos miradas que se cruzan o un zapato sin cordones o incluso un limón exprimido a los pies de un muro.”(Eloy Tizón)

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