"La frase debe tener la dureza de la piedra y el temblor de la rama"




Empecé dos libros a la vez: uno, “Los hombres que no amaban a las mujeres” de Stieg Larsson, se me cayo de las manos después de tres páginas, lo siento quizás en otra vida lo intente leer (creo que no). El otro, “Mitologías de invierno” de Pierre Michon, lo disfrute total. ¡¡¡ Qué descubrimiento !!! Escritura enigmática, bella, potente, con alma...De esas que te pide que este allí, que no solo te entretiene sino que de alguna manera te toca el alma. Me recuerda lo mejor de Borges, que lo disfrute en mis lecturas juveniles. Como dice mi amigo Davila: "La frase debe tener la dureza de la piedra y el temblor de la rama".




A continuación dos textos del libro de Michon que me dejaron anonadado de puro placer estético:


“Debíamos pasar la noche en las naves para zarpar en la mañana; no me había despedido de mi viejo amigo; al atardecer, vi al rizado arrastrar sus pies desnudos sobre los muelles, donde regateaba pescado, lo llamé, le pedí que informara a su amo. Temía que se olvidara y le arrojé algún vellón para fortalecerle la memoria. Las anclas se levaron con el día, que estaba fresco, nuevo, de un azul joven que me embriagaba; se veía el fondo del agua, el mar estaba liso y previsible como una muchacha, detrás de ese horizonte puro el porvenir me tendía sus hermosos brazos. Los trirremes se deslizaron sin esfuerzo, tomaron el estrecho, viraron frente a Monterosa. El sol golpeaba como un plectro; la orquesta universal, dócil, sus olivos y sus velas, sus pequeños asnos y sus grandes gaviotas, respondía, se precipitaba. Vi la villa del promontorio, vi los alcornoques; los trirremes en sus haces de remos, su júbilo de espuma, se aproximaron: estaba allí, sobre la banquita. Mi corazón dio un salto en mi pecho; desabroché mi manto y lo agité con todas mis fuerzas sobre mi cabeza, saltando y dando gritos como un perro joven; allá bajo los alcornoques, una mano se levantó e hizo un pequeño gesto infantil, un poco aplicado, evasivo; los trirremes volaban entre destellos de remos, mil soles danzaban entre la espuma; la isla zozobraba; mi manto había caído a mis pies, había dejado de saltar: a lo lejos, muy a lo lejos, apenas visible, a través de lágrimas ahora, persistía el pequeño adiós disminuido, distante, fraternal, desaparecido, el último gesto de una mano mutilada que no veré más, el último ante mis ojos de Prisco Átalo, emperador de Occidente.”




“Poco importa que Gévaudan e Irlanda sean los escenarios donde se representan estos dramas breves. Lo que importa es que con el mundo se hagan países y lenguas; con el caos, sentido; con las praderas, campos de batalla; con nuestros actos, leyendas y esa forma sofisticada de la leyenda que es la historia; con los nombres comunes, nombre propio. Que las cosas del verano, el amor, la fe y el ardor se hielen para terminar en el invierno impecable de los libros. Y que sin embargo en este hielo un poco de vida permanezca congelada, fresca, garante de nuestra existencia y nuestra libertad. Ese poco de verdad mortal que arde en el corazón frío del escrito, la belleza parca del uno y el esplendor impasible del otro, esto es lo que me esforcé por decir aquí. “


(Pierre Michon, "Mitologías de invierno")
(La foto del País)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
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