RILKE, LA TOTALIDAD EN EL ARTE


Esplendido Rainer Maria Rilke. Un genio peculiar, como todo genio, que dio todo por su arte. Y esa totalidad es lo que hace grandes las obras.


A continuación textos de cartas de Rilke:
“Está usted mirando hacia fuera, y eso es precisamente lo que no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie. No hay más que un medio: adéntrese en sí mismo. Busque en sí mismo hasta descubrir el motivo que le impulsa a escribir. Examine si ese motivo hinca sus raíces en lo más hondo de su alma. Reconozca si se moriría usted si se le impidiera escribir. Y ante todo, esto: pregúntese, en la hora más callada de la noche: "¿debo escribir?". Vaya cavando y ahondando en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si responde usted a tan grave pregunta con un "sí debo", firme y claro, entonces, construya su vida de acuerdo con esa exigencia. Que hasta su hora de menor interés y de menor importancia llegue a ser signo y testimonio de ese impulso que le apremia. Acérquese a la naturaleza e intente expresar, como si fuese el primer hombre, lo que ve y lo que siente, lo que ama y lo que pierde. No escriba poemas de amor. Huya, al principio, de formas y de temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Porque hace falta una fuerza muy grande y muy madura para expresar algo propio ahí donde ya hay muchas aportaciones buenas y también brillantes. Por eso, aléjese de los temas generales. Acuda a los que cada día le ofrece su propia vida: describa sus tristezas y sus anhelos, los pensamientos fugaces y su fe en lo que es bello. Y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Válgase, para expresarse, de las cosas que le rodean. De las imágenes que acudan a sus sueños. Y de todo lo que vive en el recuerdo...”.


“Si su vivir diario le parece pobre, no se queje. Quéjese de sí mismo, eso sí, de no ser lo bastante poeta como para descubrir sus propias riquezas. Para los creadores no hay pobreza, ni hay lugares que sean pobres o indiferentes. Y aun cuando estuviera usted en una cárcel, y las paredes no le dejasen oír los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa, soberbia, ese tesoro de recuerdos? Préstele atención a ella. Intente que renazcan en usted las grandes sensaciones de ese inmenso pasado. Verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad y cómo la estancia en penumbra se transforma, mientras usted avanza muy lejos del estrépito que hacen los demás. Y si de esa orientación hacia dentro de sí mismo, de esa inmersión en su propio mundo, brotan unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos”.


(material del esplendido libro de Antonio Pau sobre la vida de Rilke: Rilke, La belleza y el espanto”).

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